Como en una especie de demostración empírica del irrefutable valor científico del refranero, le cae ahora encima como una losa al señor Pepe Navarro la telebasura que él mismo inventó cruzando el Mississippi al filo de la madrugada. Otros tiempos. La gloria alcanzada mediante el escarnio. Pero el pasado siempre vuelve. Habitualmente en forma de tortazo a dos carrillos.
Le atribuyen hoy al señor Navarro hijos y relaciones por doquier. Lo harán las marujas y correveidiles del cátodo hasta que haya otra presa que despellejar. Y eso que en principio no le debería interesar ni al apuntador, le interesa en realidad a mucha gente. Gente que rellena con las vivencias de otros los huecos que hay en su anodina existencia. ¿Recuerdan El club de la lucha, deDavid Fincher? Todo el mundo quiere ser Brad Pitt, incluso Edward Norton.
El viernes pasado se sentaba en el plató de DEC, para dar cuenta de la vida del señor Navarro, un tipo de cuyo nombre preferiría no acordarme –de hecho, no me acuerdo-. Otro Edward Norton de la vida, incapaz de generar el más mínimo interés hablando de sí mismo. De repente, una llamada. “Paremos las máquinas amigos de la intimidad del prójimo. Hoy estamos de suerte, hablaremos con el protagonista de los hechos, para variar”. Pepe Navarro saluda y arremete contra el invitado en cuestión desde el otro lado del hilo telefónico. Teléfono rojo, volamos hacia la cima del share…
¿Sí...? Soy Pepe Navarro. O no
Faltaba Pedro J. para completar el cuadro. “Tú nos has llamado basura, pero yo tengo entendido que tenías pensado poner en tu programa el vídeo del director de un periódico que salía con una prostituta”, le reprocha a Navarro uno de los colaboradores del espacio, de nombre Antonio Montero. María Patiño atiende a Pepe con una atención escatológica, analítica, pornográfica y enfermiza, mientras segrega saliva ante la rigurosa exclusiva que la divina providencia le acaba de regalar. Pepe Navarro en directo. ¡Y gratis! Pero la realidad, como casi siempre en su programa, se desvaneció minutos después: “Os hemos colado un gol, no soy Pepe Navarro, soy Carlitos Way, del programa de radio El Exorcista”, dice la voz amiga. ¿Carlitos qué? CarlitosOs la Acabo de Meter Doblada.
“Alguna vez nos tenía que pasar”, dice Jaime Cantizano en un intento desesperado por disimular el rubor que se dibujaba en su rostro. “Esto nos pasa a los periodistas todos los días”, añade María Patiño. Como periodista con ínfulas de notario, doy fe de lo dicho por lady yugular. A mí, de hecho, me acaba de llamar el falso Pepe Navarro para felicitarme el cumpleaños. Ja.
Hay maldades de las que uno no puede hacer otra cosa más que alegrarse. No porque el viernes nos enteráramos de algo que no supiéramos ya. Pedirle rigor a esta gente es como pedirle a Leticia Sabater que presente el Redesde Punset. Un imposible. Pero por una vez ellos mismos se percataron, dada la evidencia, de que nosotros sabemos realmente a lo que se dedican.